Hace
mucho tiempo en el año 1979 en Moyobamba, vivía un joven llamado Juan Celiz, un
muchacho muy despierto y experto en juegos tanto de azar como los cotidianos
como el trompo, boliches, dardos, en fin era un experto la gente de Moyobamba
lo conocía y los muchachos lo idolatraban ya que él era el que coleccionaba más
boliches y trompos ganados en duelos.
Los
muchachos lo buscaban siempre para que ganase para ellos varias boliches o
trompos, el a cambio pedía los japoneses dulces costumbristas de Moyobamba, la
vida de Juan era amena, pero aún le faltaba por aprender a jugar el juego
típico del tiro al sapo, un juego en la que se lanzaba una ficha pesada de oro
o bronce y a unos 4 metros estaba una caja de varias divisiones en las cuales
se alojaba la moneda al ingresar, curiosamente la entrada era la boca de un
sapo echo de bronce, si la moneda caía en uno de los cajones, el lanzador
ganaba la cantidad que allí estaba descrita.
Desde joven Juan, quería entrar en esos juegos, pero no se lo permitían por ser aun joven, el practicaba con una moneda echa de madera y un zapato que tenía las mismas dimensiones que el sapo, y algunas cajas en un taburete de madera.
Cuando Juan cumplió 19 años ya era un experto y quiso probar suerte en el juego, por suerte era cumpleaños de su primo, y como era de costumbre en fiestas familiares se jugaba dicho juego con familiares y amigos; esta era la oportunidad que juan esperaba, ansioso se inscribió con los adultos, varios tiros lanzaban sus familiares y amigos y no les sonreía la suerte, hasta que le tocó el turno a Juan, este con practica avanzada lanzo la moneda y para su suerte ingreso directo a la boca del sapo y fue a dar en un premio de 20 soles de oro, que para un joven era mucho dinero, los presentes aplaudieron su forma de jugar.
Tanto fue el entusiasmo que Juan iba a lugares de juego que había por la ciudad a probar suerte, y con sorpresa de los más diestros este les ganaba sumas importantes.
Juan
entendió que debía ahorrar y fue guardando su dinero, hasta tener lo suficiente
para comprarse 3 mesas del juego, que costaban muy caras para la época.
Allí el abrió una sala de azar del juego tiro al sapo, varios iban a apostar Juan también participaba y salía ganando tal era su fama que los vecinos colindantes querían retarlo, visitaron Moyobamba gente de Tarapoto y Bagua los cuales también salían perdiendo; en fin Juan ya tenía mucho dinero con su negocio.
Los moradores lo reconocían como buen empresario ya que compraba más mesas de juego; una noche un anciano apareció y reto a Juan, este confiado acepto, pero el anciano le dijo que apostaría 1000 soles de oro pero si se lanzase de 10 metros, Juan no lo creía y acepto ya que veía al anciano sin ninguna destreza, Juan confiado ya que nadie podría hacer el tiro y no perdería su dinero accedió a que su retador lanzase primero, para sorpresa de todos el anciano retrocedió más de 10 metros, y con una gran facilidad lanzo la moneda que con asombro todos con asombro veían como se introducía fácilmente a la boca del sapo y llegaba al cajón con el premio más grande.
Juan atónito no sabía qué hacer, estaba sin habla, pero la gente que lo conocía alucia que si lo lograría, este retrocedió con nervios lanzo la moneda y esta solo paso 8 metros y perdió casi todo su dinero.
El
anciano se despidió y dejaba al público atónito y a Juan al borde de la
quiebra.
Al día siguiente Juan abrió el negocio y este se llenó con más gente queriendo saber la historia de aquel anciano que lo venció, jugaban y juan estaba a punto de recuperar su fortuna en la semana, hasta que apareció nuevamente el anciano; Juan llevado por la impaciencia reto al anciano para recuperar su dinero, pero el anciano decía que no le interesaba el dinero, entonces Juan le dijo como podía retarlo, el anciano le dijo que a las 3 de la mañana estaría dispuesto para el reto.
Ya era medianoche y Juan, seguía con el negocio abierto esperando al retado, era tanta su impaciencia que fumaba a grandes proporciones, ya dada las 3 de la mañana en la calle El comercio, el anciano apareció y le dijo a Juan que si perdía le llevaría su alma, Juan riendo por tal absurdo dijo que era una locura a lo que el anciano inmediatamente se convirtió en el Tunche o Tunchi, alma en pena que roba almas para su perdón, Juan sin habla quería escapar pero el Tunchi silbaba y no lo dejaba moverse, entonces el alma del Tunchi le ofreció más de mil veces lo que le había ganado, Juan sabiendo que no tenía alternativa acepto, solo que el pondría las reglas, este le propuso la distancia en la que él era experto, el Tunchi acepto y lanzo primero y acertó, Juan También lo hizo, así siguió el juego hasta que por azares del destino, juan estaba Nervioso ya que el alma no fallaba, y titubeo y falló el tiro, inmediatamente, la risa macabra del Tunchi era amena lanzo la moneda y esta entro, Juan entonces se desvaneció.
Al día siguiente los moradores consternados vieron el negocio de Juan abierto, no sabían dónde estaba aquel muchacho, pero al lado de sus mesas de juego encontraron una fortuna en monedas del sol de oro, pero jamás encontraron a Juan.
Cuentan que a Veces en noches frías por donde ahora es el Puerto de Tahuishco, se escucha un silbido lúgubre seguido del sonido de una caída de moneda pesada, la cual según moradores dicen que es Juan quien al tratar de liberar su alma reta al Tunchi.
AUTOR : JOSE ANTONIO CORDOVA WAJAJAY
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