martes, 14 de agosto de 2012

RELATOS SOBRE EL TUNCHI



Anochecía en la selva. Una hermosa luna llena alumbraba los negros dominios de la noche. Intenso olor a flores de guabos desparramaba un suave vientecillo por todas partes; era la época en que estos árboles frutales habían florecido en el bosque. 

El rumor del rio cercano llenaba el ambiente.
El trabajo de molienda de café en el día había sido muy rudo; por eso; los peones después de haberse bañado al anochecer en el rio, descansaban echados en esteras de palma, en un espacio libre del trapiche, conversando en voz alta sobre las mil incidencias de su vida de trabajadores. 
Yo era aún niño; estaba recostado en la falda de mi madre, que se encontraba sentada en el corredor, junto a uno de los horcones de la casa del trapiche. Mis ojos hallaban sumo deleite en los fantásticos paisajes diseñados por la luz luna.


En la inmensa fronda del bosque y en nuestro alrededor
Las pailas de caldo de caña arrojaban densos vapores desde  los fogones encendidos, rojos, Llameantes...
Estaba  cocinándose el caldo de caña para hacer chancaca... Unos cuantos peones estaban encargados de cuidar las pailas hasta buena hora, sacar la espesa cachaza con las espumaderas e ir agregando el caldo de caña en las pailas. 

La calma de la noche era turbada por el vientecillo juguetón.
Que pasaba haciendo ruido en los ramajes de los árboles, en el cañaveral, y desparramando aromas de las flores de guabo, as! como por el bronco rumor del rio y el canto lejano de una que otra ave nocturna.
De pronto los peones callaron.  ¿Oyen? pregunto el abuelo Daniel, medio levantándose, arrimándose de codos sobre la estera. Los peones en voz baja contestaron afirmativamente, y trataron de oír con más atención, en igual postura que el abuelo Daniel.

-EL Tunchi... Alguien va a morir.
-Quien sabe uno de nosotros.
-Capaz uno de nosotros esto con los días contados...
-¿Oyen? -volvió a decir otro de ellos-más cerca esto silbando...
Otra clase se hace mi cuerpo... Se estremece...
-Por la orilla del rio esto caminando... Cerquita esta...
-Alguien se habrá ahogado... Y su alma baja llorando por
Las aguas...
-Seguro va a pasar por aquí... Vamos a ayudarlo...
-A ver, cállense -ordeno el abuelo Daniel.
Yo temblaba de miedo en el regazo de mi madre. Y mí
Madre, como tratando de calmarse, me abrazaba fuertemente.
-Esto silbando ya lejos, parece que va hacia el pueblo...
Más oigan...
-Habrá pasado por el bosque...
-Capaz por nuestro ladito, viéndonos... Puesto que es alma,
Puede pasar por nuestro lado, sin que la viérarnos nosotros...
-oíste Silvia? -pregunto de repente, el abuelo Daniel
A mi madre.
-Sí, abuelo Daniel... Pero ya estará lejos -contesto mi madre,
Como tratando siempre de calmar mi inquietud.
-Alguien va a morir estos días, Silvia... Quien sabe alguno
De nosotros o  algún forastero que ha viajado por estos
Caminos... Me acordaran ustedes -sentenci6 el abuelo Daniel,
Como que se puso a seguir conversando con nosotros.
Yo y mi madre preferimos quedarnos a oír la fantástica charla de los peones, que ir a dormir en el cuarto contiguo al trapiche, por el miedo que nos dominaba en ese momento.



Autor : Prof. EDGAR DAVILA ROSS
Derechos Reservados

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